miércoles, 6 de octubre de 2010

¡Qué agotador!


Llevo casi un mes de sobrellevar esta extraña sensación. De aguantar dolores con la boca cerrada, aprendiendo a convivir con todo esta noticia inesperada, con un sentir agrio desde las entrañas hasta las esperas desesperadas.

He tomado muchas decisiones en un mes, he dejado de hacer, he optado por callar, he esperado y esperado, he llorado en soledad, he agotado abrazos y esas esperanzas que uno siempre guarda para sonreír. Todo eso ya se agotó.

Nunca me he entregado a la idea de demostrar mi debilidad, no me lo permito, ni se lo permito a los demás conocerlo: creo que ni siquiera lo digo, sólo mis ojos y mis manos frías lo demuestran, me delatan y me evidencian. Cosa que pocos saben descubrir. Por lo mismo, jamás he pedido un abrazo, sólo los robo.

Qué complejo sobrellevar este tiempo, con esta piel tan impaciente e inquieta, con las personas que esperé y otras que me sorprendieron, y las de siempre que me siguen decepcionando. Emocionalmente agotada de preguntas, de esperas, de cuestionamientos y reproches, de muchas negaciones y sobre-protecciones que tanto me alejan.

Agregando a diario preguntas sin respuestas, accidentes y anécdotas con humor negro. Ahora se agrega otro matiz, otra preocupación, otra etapa que es urgente cerrar, que necesito cerrar. No quiero ver más caras pálidas, llenas de esperanza y nerviosismo.

¡Quiero cerrar esta etapa! Necesito revitalizar mis energías, compartir mis horas y llenarme de amor, tranquilidad y esa paz que se me escapó en algún momento, que sé que volverá.

No hablo desde la tristeza, ni de la desesperanza. Hablo desde el cansancio, del agotamiento, del paso de los días lento y sin respuestas, del frío de estas murallas, de la preocupación de mi vida y de la tuya.

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