domingo, 24 de noviembre de 2013

Los domingos siempre fueron distintos.
Desde pendeja me lo enseñaron así.
Tal cual.
Nos vestiamos distinto.
No era un día cualquiera.
A misa y a encerrarse a casa de los abuelos,
con primos y parentela incluida.
Conforme pasan los años,
no se me olvida que los domingos son especiales.
Aunque tenga que seguir construyendo una tesis,
a punta de desvelos y de un horario de mierda.
Aunque tenga que cargar con una enfermedad
y una persona autoreferente, que no ve más allá de sus ojos.
Aunque tenga unas ganas de rajarme llorando,
que solo se queda en ganas y ganas,
porque no puedo,
porque no hay tiempo,
porque no hay don.
Si pudiera pedir algo hoy,.
a esta hora,
sería empatía.
Tal como hace años,
cuando estaba cegada en una relación bien penca,
de amor desgastado:
"Regalo mis zapatos por algo de empatía".
No quiero que me soben el lomo.
No necesito que me ahoguen en demostraciones de preocupación.
Sólo necesito empatía.
Amor por el otro,
ese amor fraterno y bien sanito.
¿Costará mucho ser bondadoso con el otro?
Me canso y me cansé.
Estoy aburrida.
¿Por qué carajo a las personas les gusta cagarles el día a los demás?

No sé.
No encuentro reciprocidad.
No encuentro empatía.
Críticas, autoreferencia, ausencia.
¿Algo más?
Sí.
Emoción anudada en la garganta.

Somos