domingo, 16 de noviembre de 2014

Continúa el duelo

 Sé que no elegimos vivir esto.
Que probablemente sea parte del puto azar que es la vida.
Quizás qué significancia le des tú, mis hermanos y yo,
pero de algo estoy segura:
nos está comiendo vivos.
Lo merezcamos o no,
lo padecemos, lo vivimos y nos desgarra el corazón.
Desde el comienzo quise arrancar,
me pregunté un millón de veces
¿por qué yo - María Olga, la menor de 4 hermanos- tenía que vivir
y revivir estos todos los días, mientras mis hermanos armaban sus vidas?
Aún me lo pregunto,
pero ya entiendo más cosas,
le dí sentido a toda esta mierda,
pero me sigo atrapando cada día más.
Nos ha tocado presenciar los episodios más macabros de la historia,
alejado de toda alegría que supone estar vivos,
que nos han llevado a pensar las peores cosas de un ser que se va alejando cada vez más.
El padre que yo tuve, ya no está.
Y, claramente, no es el mismo que tuvieron mis hermanos,
cada uno lo vivió de manera distinta,
algunos admirándolo, silenciando cada palabra de objeción,
otros, reprochándolo o más bien, interpelando sus ideas
equívocas de la vida, las mujeres o simplemente el emprender.
El perfil que yo tuve de papá se desintegró casi en su totalidad,
la persona con la que vivo - y no deseo vivir - es un flaco desgarbado,
que lucha por no estar completamente ausente de la realidad que lo ataca
y que lo atacó cuando era muy joven.
Aunque mi madre me reproché lo que pienso,
él decidió enfermarse con cada uno de sus silencios,
y eso no dejaré de pensarlo jamás.
Ese hombre inquieto, perdido, despistado y dependiente de mi mamá,
me la quitó a ella también.
Esa mujer llena de fortaleza - que aún la mantiene -,
dejó de ser madre en plenitud para convertirse en esposa-madre de mi papá.
Hemos perdido todos y cada uno de los momentos que disfrutábamos,
pues hoy una invitación a tomar un café a 15 minutos de casa es un imposible,
porque mi padre la requiere las 36 horas del día - no 24, 36-.
No me oye, no me ve, no somos capaces de construir pequeños espacios de alivio,
donde no exista esa puta enfermedad que odiaré con mi vida,
hasta que deje de existir.
Sólo sabe que puede contar conmigo,
pues estaré con ella por siempre.
Luego de la reducida conversación de hoy,
siento la necesidad de no estar, de largarme lejos con todas mis cosas.
Quisiera decir que no estoy arrancando, 
porque sería capaz de quedarme por la salud de mi madre,
pero no quiero morir hundida por la mierda que esto significa.
Quiero y necesito salir,
estar lejos - lo que más pueda mi piel -,
estudiar y seguir estudiando - porque la puta reforma me comió la carrera -,
construir mi vida desde cero,
andar y cimentar otros caminos,
abrigarme en otros abrazos 
y por fin,
vivir este duelo eterno.

Sólo pido a Dios que guíe lo que emprendo,
que mis planes se realicen para alejarme de este lugar
y poder mirar todo con perspectiva,
con el corazón más tranquilo
y al fin respirar.

Lo deseo.
Lo necesito.

Somos