jueves, 14 de diciembre de 2017

Te quedaste

Tengo la certeza de que sigues aquí
En alguna parte de esta casa vives
Quizás en la seguridad de la mamá,
en la visión del trabajo a los ojos del Feli, 
en la entereza y honestidad del gordo, 
en la quietud - última - de Vicente.
O tal vez en la curiosidad de Amanda, 
o el silencio inteligente de la Sofi.

A veces te descubro en las ironías de la vida, 
cuando me equivoco con algún amigo y la decepción se sienta en mi cama,
pienso "el papá siempre dijo que la vida era dura y siempre estábamos solos".
Los ojos me bordean las lágrimas, 
prendo la vela blanca con aroma a vainilla que elegí para recordarte,
miro las estrellas para buscar la conexión y la certeza,
y te dejo ir.

Contigo aprendí que el silencio es sabio,
pero destructor cuando llevas una pena más grande que el corazón.
Tal como tú, no sé decir las cosas,
no me salen, 
no sé expresar cuánto duele hasta que la bomba me explota en la cara, 
no sé pedir ayuda,
no sé decir basta
y me la banco hasta el final,
hasta que la herida tiene centímetros de profundidad.

No quiero que la pena me coma la vida, papá.
No quiero sentir que las heridas me roban los años, 
los sueños y que la vida pese.
No quiero que el pasado aplaste el resto de mi vida.

Llevo conmigo tu sonrisa dentada,
tu incansable esfuerzo,
tus ojos brillantes
y las ganas de ser feliz.

~ Te llevo ~

sábado, 25 de noviembre de 2017

Yo en la escritura

Hace unos meses atrás, escribí un cuento.
Me senté un par de días a dejar que mis dedos danzaran,
explicaran desde dentro de mi alma cómo veo el mundo,
cómo siento, cómo vibro, cómo expreso,
cómo  los sueños cambian el mundo,
cómo se experimenta la soledad decidida,
cómo se sufre la enfermedad
y cómo las ganas de estar lejos mueven una vida.

La experiencia de sentarme a escribir fue hermosa,
llorada, vomitiva, dolorosa pero sin duda de aprendizaje.
Dejé en esas páginas todo lo que oculto,
todo lo que me mueve y lo que me duele
y dejé que algunos lectores - que no fueron muchos -
supieran lo que pasa aquí dentro.
¡Di un tremendo paso!
Algunos lectores fueron agradecidos, 
otros lloraron como yo, 
otros me pidieron que ilustrara mi relato
y algunos no esbozaron palabras.

Si pudiera, 
me dedicaría a escribir,
a concretar historias a partir de lo que he visto,
a ser otros y darles vida,
a expresar todo aquello que alguna vez pensé
en voz de otros. 

"El día terminó con una siesta, bajo los cuarenta grados de calor de Santiago, intentando digerir todo lo que había pasado desde el catorce de enero en adelante. 
Amalia jamás olvidaría todo lo que había vivido 
y todo lo que comenzó a vivir desde ese día: era la más afortunada"

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