domingo, 4 de mayo de 2014

Fresca y feliz.

Había perdido la hermosa sensación de sentarme a acariciar estas hojas,
a dejarme llevar por alguna sensación que me persiga
y me traiga loca.
Lo que me está sucediendo es inexplicable para un par de hojas en blanco, 
para un par de frases saliendo de mi boca
y perdiéndose en el aire.
Simplemente, mis ojos brillan en plenitud.
Quizás me cansé de cargar una armadura tan pesada por largos años,
me aburrí de no involucrarme y de hacerme la ruda con todos, 
o quizás el abrazo masculino y su olor me hicieron dejar caer toda defensa
y me miraron de frente sin ganas de arrancar.
Es todo tan inexplicablemente dulce y cómodo.
No hay palabras sin sentido,
no hay espacios vacíos,
no hay incomodidad,
y lo más importante:
no hay armadura entre su cuerpo y el mío.
Cuestionable resulta pensar cómo llegamos hasta aquí,
teniendo en cuenta las condiciones que cargamos aquí y ahora, 
insólito reflexionar qué estamos haciendo
o esperandamos que pase cuando las complicidades se unan más, 
cuando - como hoy - quiero que estés más aquí que en cualquier lugar.
Culpemos a la vida, 
a las coincidencias tardías 
y a los años que demoraron tanto este encuentro
y nos provaron de sentirnos cómplices.
Me viste y me miraste más allá de mis complejos discursos defensivos
- de la boca hacia afuera -,
supiste leer todos los gestos que mi rostro intenta ocultar,
uniste cabos sueltos para entender lo que muchas veces escondo
y supiste despejar mis matices más opacos para encontrarte con mis ojos.
Quiero quedarme, permanecer, proyectarme y volverme loca.
Quiero saborear la complicidad y la ternura a diario, 
olvidándome de las condiciones que nos trajeron aquí.
Pero...

- Ya colgué mi armadura en tu portal -
- No hay nada en mi cuerpo que no hagas vibrar - 
 

Somos