domingo, 27 de junio de 2010

Amor propio


No quiero tomar determinaciones. Hoy no quiero decidir por mi, ni por nadie. No quiero sentirme responsable de otras vidas, de otros sufrimientos, de otros dolores o simplemente de otras indiferencias. Ni siquiera quiero sentirme responsable de mis lágrimas y de este cansancio que espanta sonrisas y alegrías. Quiero entregarme a mi cama con la idea de insoportable de escapar, de olvidar y de sanarme de una vez por todas. Quiero calidez, quiero que en mi piel recorran vibraciones y amor, quiero equilibrio y estabilidad, quiero sonrisas y abrazos regalados, quiero iluminación y permanencia, quiero cariños y proyección, sensibilidad y lealtad. No quiero más humillación, más desamor, más esperas, más incomprensión y deslealtad, más indiferencia.
A veces siento que mis castillos de arena se derrumban y con ellos mis aspiraciones, ese amor tan embriagante que se lo llevaron las ausencias, ese sabor a eternidad que tenía todo, esa construcción maravillosa que se la llevó la lluvia, esas sonrisas quebradas y esas alegrías con sabor a reproche. Sólo me queda remojar mi cabeza con agua fría, reparar mi cansancio, reconstruir mis pedazos y armarme de valor nuevamente ante la vida, buscar razones, sanar mi corazón y la piel, putear una y mil veces si es necesario, y cerrar puertas. Iré a golpear la puerta del amor propio e invitarlo a retornar a mi vida.

miércoles, 23 de junio de 2010

¡Grita!


A veces siento que no aguanto más, que solo me queda correr sin destino aparente y zacear esta angustia, calmar la sed de aquella piel conocida, refugiarme en esas incertidumbres que tanto detesto, embriagarme de ese olor y gritar. Sí, quisiera gritar de rabia, porque no encuentro soluciones, porque vivo limitada en mis ideales y vivo de ilusiones, quisiera gritar porque las esperanzas no me bastan, porque el amor ya no es suficiente para vivir, porque espero respuestas incansablemente y sigo luchando. Quisiera gritar por dejar de lamentarme por lo que pasó, pasará y no pasó, por lo que debo hacer y no hice, porque aunque no quiera asumirlo confío en ese hombre, quisiera gritar por mis frustraciones, por mis caídas y mis estancadas, por mi cobardía y vergüenza, por las limitaciones que yo misma construyo, por las murallas que no me dejan seguir, por mi cabeza que no deja de trabajar y se pierde entre actos, ilusiones, murallas, caídas, lágrimas y sonrisas. Gritar, simplemente gritar.

domingo, 20 de junio de 2010

En qué lugar


Qué débil soy, qué débil me siento. Qué vulnerable a tanta información y a tanta emoción. Qué pequeña me siento, sabiendo que puedo ser gigante. ¿Dónde me quedé?, ¿en qué momento me perdí y dejé de ser yo?, ¿en qué lágrima se fue mi fuente de energía?, ¿en qué día perdí mi autenticidad?, ¿en qué lucha perdí las ganas?, ¿quién me robó la calidez?, ¿quién se llevó las cosquillas de mi piel?, ¿dónde dejé mis noches de inviernos invadida?

miércoles, 16 de junio de 2010

Incertidumbre certera


Aún me iluminan las energías del fin de semana. Aún cuando no sé qué hacer, si esperar o determinar, si quedarme en este letargo insoportable o tomar el camino más fácil: mandar a la mierda. Porque me siento sola y responsable, ahogada y decepcionada, incomprendida y patética, desencantada y agotada, pero será que aún me quedan ánimos para luchar, para dar la última pelea, para agotar las energías... pero ese miedo me recorre la piel, ese miedo a seguir fracasando, al retroceso y la desesperanzada, miedo a que esa soledad me siga esperando a la bajada de la estación, para cagarme la onda y sumergirme en un bajón del cual arranco a diario y que sólo las energías cálidas y amistosas me sacan.
Vivo los días olvidándome de mis penas, haciéndome la loca y enfocando mis ganas en las vacaciones y mis proyectos, en mis locuras y arranques que sirven de terapia rápida y efectiva, en la soledad mientras sin quererlo espero esas respuestas que determinarán la parada de estos años dolidos y disfrutados, cobijados y ausentes.
Sigo sin saber, con la única convicción que mis días sí cambiarán.

viernes, 11 de junio de 2010

Simplemente quiero correr


Tengo ganas de desfallecer y enredarme entre sábanas, gritarle a mi gato que acompaña mis tristezas y dejarme desaparecer de la vida, que me olviden, que desde ahora pierdan mi imagen en su memoria a corto plazo, donde se guardan afectos, cariños, estímulos. Que mi nombre deje de tener esa discordia que tanto me desagrada, y ya no me nombre, ni por María ni por Olga, porque nunca lo aprendieron, ni entendieron la importancia, que los labios olviden esa gesticulación, que los ojos vigilantes y curiosos dejen de recorrer mis rincones, imperfecciones y colores, que se pierda en mis marices y por fin, naturalmente me olviden. Este sentir o arranque, no tiene que ver con pesares o penas o desilusiones de la vida, quizás tiene que ver con desgaste, con perder algún sentido o sabor, con ese maldito deseo de correr lejos y sin destino, sólo por el hecho de correr: ¡quiero correr! Quiero olvidar, quiero volver a aprender, olvidarme de cómo tomar el lápiz, de cómo formar amistad, de cómo abrazar y hasta de cómo discutir. Quizás esa necesidad/carencia/ganas: se relacione con lo que vivo y cómo lo matizo, cómo lo recepciono en mi piel, para producir una reacción y una revolución.. Revolución que quiere hacer erupción, pero no hay vías de expresión y de escape, de ahí 'el correr lejos, gritar, saltar, bailar': buscar agotar mis energías en algo más saludable, en una 'nueva forma de expresar' y de ser yo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Cuando regrese, el verano nos devolverá el cielo de la infancia, ancho y luminoso. Nos saludarán las espigas con su cabeceo monótono camino de la aldea y tú dormirás en el asiento del copiloto, así, con la mano en la boca, con todo el fondo del mar encerrado en tus pupilas, bajos los párpados entornados, donde duermen caballitos de mar y tiemblan los corales.

Cuando regrese, Madrid será murmullo de golondrinas, volando como cuchillas negras afilando los aleros de casa, el tráfico detendrá su marcha, los coches resoplando como animales cansados, vigilando nuestro paseo, mientras en una terraza el tinto de verano brilla como el mar de la primavera visto desde el pinar que mecen las chicharras.

Cuando regrese te contaré cómo fue todo, me regañarás por haber llamado poco y descifraremos juntos los mapas encontrados, las equis marcadas en su papel amarillo, el idioma extraño con que a veces hablan las soledades y los rencores.

Cuando regrese, fumaremos un cigarro mientras cae la tarde y coseremos las heridas con el hilo de Ariadna, rayos de un sol olvidado escondidos en la madeja de tu pelo.

Cuando regrese, abriremos una botella de vino y escucharemos a Goyeneche. Celebrarán Mundiales y estallarán cucañas y yo te enseñaré las palmas de mis manos para reconozcas en sus líneas el camino que aún hemos de recorrer. El mundo seguirá navegando a la deriva como los restos de un naufragio y tú sonreirás como cuando el avión aterriza ileso cerca de casa. Habré regresado.

No te vayas, me dirás, y yo casi estaré de regreso buscando por Internet el número de vuelo que lleva hasta tu boca, tu voz agitando el humo de la cocina mientras aprendemos las recetas de Simone Ortega, 1080 recetas de cocina, para 1080 días de un agosto que arrancará las sábanas de la cama, que mojará tus pies con agua de mar y lavanda.

No te vayas, y verás que no me fui, porque habré regresado para cuando despiertes de la siesta con la marca de la almohada y la nostalgia atravesando tu cara de niña encontrada.

Cuando regrese, ayer mismo, te contaré como fueron mis días y todo serán abrazos. Sé que, aún así, me dirás ¿por qué te fuiste? Y yo no diré nada. Quizá sólo “He regresado” y espante las libélulas de tu frente y te diga también “échate a un lado” y duerma contigo el sueño pendiente, el viaje que hice, las ganas de verte.


Bendito Ismael.

martes, 8 de junio de 2010

Somos