Te esperé a manos frías, con aquél cigarro entre mis dedos, y con ese tick que tanto me caracteriza (mover el pie sin control)
Te esperé abrazada a la luna, con la calidez de mis labios, que tanto amaste, esperando escuchar aquellos pasos acercándose a mi, de una vez por todas, para descongelar mi amor.
Con cada sonido diferente al de mi tick, volteaba la cabeza una y otra vez hacía la entrada, mientras el café se llenada de hombres de corbata y maletín negro, y mujeres con labios rojos y minifaldas insinuantes, que se acariciaban por debajo de la mesa, haciendo caso omiso de los demás ojos observadores.
Te busqué en ojos ajenos, te dibujé una y otra vez en ese lugar, frente a mí, derribando esta muralla que nos separa, y que nosotros mismo contruímos con un solo beso tuyo, pero de esos besos que siempre te pedí, y que muy pocas veces me diste, de esos besos que anelaba espontáneos, pero que más bien eran fabricados o pre-fabricados.
Una vez más, cuando pensé encontrar lo que había perdido, estaba ahí sola, revuelta en mis miedos manifestados, confirmando mis fallas y cada una de mis culpas, atada a mi pena, y a este amor desgastado.
Acabé fumándome toda una cajetilla de cigarrillos, llorando días enteros, con la idea vaga de que alguna vez volverán a mí esos días felices, esos abrazos torpes, pero eran los que más amaba. Malditas esperanzas que tan mal me hacen.
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