sábado, 7 de noviembre de 2009


Necesito refugiarme en tus abrazos ahora mismo.
Necesito escuchar tu voz, intentando calmar mis lágrimas.
Quiero sentir tus manos secando mis ausencias, y restaurando mi corazón en mil pedazos.
A decir verdad, tu voz tras el teléfono me calmó, aunque no puedo renegar de que las lágrimas querían salir cuando dijiste: "Usted tranquilita, hija" En ese momento te quería conmigo, que me envolvieras con tus brazos, y que cubieras mis heridas.
Sólo me quedas tú, de los brazos que vine, volveré siempre.
Siempre debí quedarme aferrada a tus abrazos, siempre le tuve miedo a crecer.

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