sábado, 31 de diciembre de 2011

Último balance


Último y gran balance, por fin.
Hemos llegado al centro de mi ser para descubrir aquellas cosas que este año me dejó, me quitó, me revitalizó,  me dejó saborear, me dejó amar, me dejó llorar y me dejó gritar, pero por sobre todo me dejó aprender a porrazos y a sonrisas. ¡Qué manera de aprender la que tenemos!

Confieso solemnemente que estos doce meses he vivido desde un 'equilibrio dibujado y ficticio', como lo he definido, ha una profunda caída libre (dolorosa, solitaria y lagrimeada), para luego volver a paso lento a cicatrizar heridas, cuidar mi corazón, sanar cada rincón de todas las palabras que jamás debí oír, de todas ese amor desparramado que de un día para otro ya no tenía sentido ni razón aparente. El inicio de todo esto, es decir, el equilibrio dibujado y ficticio,  duró mucho tiempo, me mantuvo en alto muchas veces y otras me dejó tendida en el piso sin saber qué hacer para remediar todo esto. Al final del primer semestre no había nada qué hacer, el engaño no daba para más y era necesario hacer algo: en ese momento el viaje de mi vida llegó y me lancé completamente en esa ventura. No derramé una lágrima a un nombre masculino durante esos 26 días, conocí, abracé, amé, oré, me lancé a brazos desconocidos sin ningún pudor, hice un millón de brindis, me enamoré de las calles donde no había ningún rostro que podía reconocer. En resumidas cuentas: no quería volver, de ninguna manera.

Y bueno, todo acaba y todo vuelve a comenzar, así que Chile me esperaba con un invierno frío y unos recuerdos tirados que dejé en el aeropuerto. Aquí caí, lloré, me encerré, putié y maldije una y otra vez: las excusas jamás me faltaron, no quería ver a nadie, esta weá se me tenía que pasar a toda cosa, aunque las pesadillas con el mismo sabor me seguían persiguiendo sin cesar. "¿Cuánto duran estas cosas?, ¿cómo salgo de aquí?" son las preguntas más recurrentes que me hacía, y que en ese momento y ahora no sé responder, sólo Dios sabe cómo han pasado meses y estoy viva. Luego de estar encuevada y en cama tantos días, llegó mi cumpleaños, que sin duda lo reconozco como un hito trascendental en todo este período; pensé que sería un día de mierda, con sabor a recuerdo, extrañando desde las entrañas algo que ya no me pertenecía, pero gracias al Cielo, me equivoqué. No recuerdo un día en que me haya reído tanto, no tuve ningún pensamiento vago que me rememorara alguna lágrima pérdida, estuve lleno de magia y gracia de Dios, luego de esos días de celebración, pensé: "creo que me estoy parando de esta caída", ¡y así fue!

La verdad es que no tengo la receta de cómo las cosas se estaban dando y yo volvía a sonreír, sólo sé que ocurrió y sigue ocurriendo, pues, si algo he aprendido, es que los procesos son largos, pero son maravillosos (jamás pensé que escribiría algo así con tamaña convicción), necesarios y puta que se aprende. Creo que esa es la receta, dejarse llevar por un proceso desgarrador, pero reconstructor y lleno de energía.

Con certeza descubrí a Dios en todos los lugares, en cada rincón de este año que se va, en las lágrimas de dolor, en la soledad y en el desencanto, en las bienvenidas, en los rostros y en los abrazos. ¡Él estuvo ahí!, ¿quién otro? Si algo tengo que decir de este año, es que estoy tremendamente agradecida, sin dudarlo, ni meditarlo, sin pensarlo, ni analizarlo.

En estos 365 descubrí que soy comprensiva (hasta un poco tonta), demasiado considerada con quienes quiero, tanto así, que ellos no me consideran: ¡qué paradoja la vida! Descubrí que no hay un remedio más eficaz para el corazón y la vida que el amor de la familia, reconocer en el otro una mirada dulce y que el lenguaje no verbal se transmita a través de las energías del amor. También descubrí que la espectativas arruinan a las personas, las idealizan, las esteriotipan, las clasifican y las encasillan, pues no tienen porqué hacerse cargo de nuestros anhelos: ¡tremendo aprendizaje! Sólo sé, con respecto a esto de las espectativas, que el otro sí tiene que hacerse de cargo de la relación de amistad o de lo que sea, es IMPOSIBLE llevar a cabo algo de uno: en eso tengo un master.

Termino este día agradecida de todo, sí, de todo.
Sí, soy positiva, tengo ese defecto que me ha ayudado en los peores y en los mejores momentos de estos veintidós años, me ayudan a renovarme a diario, a sacar energías de un libro, de una canción o de una oración (espiritual). Estoy agradecida por el viaje, por los lugares y los rostros que conocí, por las bienvenidas, la soledad habitada, la amistad y las conversaciones, del amor fraterno más hermoso de todos; pero hay algo que merece la pena detenerme: estoy feliz porque seré tía (oficio que no practico, pues es el primer en llegar a la familia), porque estrenaré mis años en eso, desgastaré de una manera maravillosa mis días y mis horas, y tengo la certeza con lágrimas en los ojos, de que esto nos unirá más, no sólo como familia, sino como hermanos.

Sigo viviendo, amando y aprendiendo, ¿de eso se trata la vida, cierto?

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