martes, 17 de agosto de 2010

Matriarcado



Veo como pasan los años.
Me asombro con los cambios, con las cicatrices de la infancia y la búsqueda de la identidad característica de la adolescencia, con mi manera de defenderme frente a los demás, con todos los llantos reclamatorios que no tenían cabida ni atención, con todos mis silencios y ausencias, con todas aquellas fotos que son el recuerdo más preciado y significativo, pero a la vez, ahí yacen las sombras y matices que me configuran y me configuraron completamente.
Desde ahí soy yo, es decir, es necesario conocer todo eso, episodios de mi infancia, de mi familia, caracterizar a cada persona para darle hilo conductor a esta tragicomedia, que quizás con qué fin me sorprenda.
Los cumpleaños siempre han sido bien celebrados en esta casa, mientras pasan los años el grupo de personas se reduce, se hace mucho más íntimo, pero más prendido, lleno de carcajadas y de compartir, de abrazos y atención. Sin duda, el cumpleaños de ayer es el más celebrado, el más convocado, y el que más esperamos.
La matriarca de esta familia lleva ese nombre, simplemente porque resume su importancia, porque es imprescindible, porque su amor no tiene fronteras, porque su mirada lo arregla todo, porque esta casa tiene su olor y su incondicionalidad pegada en las murallas, porque es una mujer invencible. Cuando más la necesito saca su capa de heroína y me arregla la vida con su calor, con esa sabiduría y su intuición sorprendente.
Amo desde mis entrañas el matriarcado, sus gritos, decisiones y determinaciones, su inmensa comprensión, su obsesión por la limpieza y la unión de la familia, sus comidas y ese olor que tiene esta casa, por haberme criado cartucha pero finalmente libre.

1 comentario:

AleMamá dijo...

¡Qué lindas tradiciones! consérvenlas

La señora del kimono rojo se parece en esa foto a mi vieja.

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