domingo, 27 de junio de 2010

Amor propio


No quiero tomar determinaciones. Hoy no quiero decidir por mi, ni por nadie. No quiero sentirme responsable de otras vidas, de otros sufrimientos, de otros dolores o simplemente de otras indiferencias. Ni siquiera quiero sentirme responsable de mis lágrimas y de este cansancio que espanta sonrisas y alegrías. Quiero entregarme a mi cama con la idea de insoportable de escapar, de olvidar y de sanarme de una vez por todas. Quiero calidez, quiero que en mi piel recorran vibraciones y amor, quiero equilibrio y estabilidad, quiero sonrisas y abrazos regalados, quiero iluminación y permanencia, quiero cariños y proyección, sensibilidad y lealtad. No quiero más humillación, más desamor, más esperas, más incomprensión y deslealtad, más indiferencia.
A veces siento que mis castillos de arena se derrumban y con ellos mis aspiraciones, ese amor tan embriagante que se lo llevaron las ausencias, ese sabor a eternidad que tenía todo, esa construcción maravillosa que se la llevó la lluvia, esas sonrisas quebradas y esas alegrías con sabor a reproche. Sólo me queda remojar mi cabeza con agua fría, reparar mi cansancio, reconstruir mis pedazos y armarme de valor nuevamente ante la vida, buscar razones, sanar mi corazón y la piel, putear una y mil veces si es necesario, y cerrar puertas. Iré a golpear la puerta del amor propio e invitarlo a retornar a mi vida.

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