miércoles, 23 de junio de 2010

¡Grita!


A veces siento que no aguanto más, que solo me queda correr sin destino aparente y zacear esta angustia, calmar la sed de aquella piel conocida, refugiarme en esas incertidumbres que tanto detesto, embriagarme de ese olor y gritar. Sí, quisiera gritar de rabia, porque no encuentro soluciones, porque vivo limitada en mis ideales y vivo de ilusiones, quisiera gritar porque las esperanzas no me bastan, porque el amor ya no es suficiente para vivir, porque espero respuestas incansablemente y sigo luchando. Quisiera gritar por dejar de lamentarme por lo que pasó, pasará y no pasó, por lo que debo hacer y no hice, porque aunque no quiera asumirlo confío en ese hombre, quisiera gritar por mis frustraciones, por mis caídas y mis estancadas, por mi cobardía y vergüenza, por las limitaciones que yo misma construyo, por las murallas que no me dejan seguir, por mi cabeza que no deja de trabajar y se pierde entre actos, ilusiones, murallas, caídas, lágrimas y sonrisas. Gritar, simplemente gritar.

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