sábado, 3 de noviembre de 2012

Vuelvo a mí


Hay situaciones que me tienen muy cansada, 
podrida, sin ganas, frustrada y completamente decepcionada.
Estos momentos tienen rostros, nombres y apellidos,
y así como hay víctimas también hay victimarios.
Si comienzo la lista, estoy segura que no la terminaré jamás,
pero hay una sensación que me persigue desde las lágrimas
hasta la boca del estómago, que me tiene como estropajo,
que me ha invitado a hacerme la estúpida una vez más,
porque ¿quién lo entendería?
Hay quienes deseo tener cerquita,
porque con ellos no necesito más,
pero hay a quienes quiero alejar,
exterminar, borrar, eliminar, desterrar, exiliar.

Todas estas personas que me han decepcionado,
me han obligado a volver a mí,
he oído cómo mis palabras retumban en las murallas
porque no son oídas por quienes consideré alguna vez,
he vuelto a cerrar la boca para no abrirla más.
No quiero contarles, ni mucho menos ventilar 
la intimidad de mi familia y la mía que tanto he cuidado,
no tengo porqué decirles que sufro con la situación de mi papá
que nos invadió a todos, sin aviso.
No quiero decirles que sufro todos los días
porque sé que la Amanda no sabe quién soy,
y está rodeada de lo que jamás esperé para ella.
No quiero escupir que estoy hasta las pelotas
de las mujeres manipuladoras por excelencia,
esas egoístas de mierda que son capaces de herir
y arrancar al primer desequilibrio,
que se sienten víctimas, 
incompetentes y heridas,
que no toman ninguna responsabilidad,
pero son arpías con traje de oveja.

Una vez más estoy herida,
y no es novedad pues sabía dónde me estaba metiendo,
por eso vuelvo a mí.
Vuelvo a mí silencio,
a cerrar la boca,
a sentir cómo retumba el sonido,
a sentir cómo el sol quema.

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