domingo, 24 de enero de 2010

Quieta entre tempestades.


Volver a casa, siempre significa un paso agridulce. Mientras estás lejos ansías volver, mas cuando vuelves, decides irte, te sientes invadida y prisionera en cuatro paredes vacías y colmadas de preguntas y soledad.. y los cuestionamientos te rondan la piel. Hace unas horas disfrutabas de la naturaleza regalada, tanta sonrisa compartida, y tanta gratuidad.. ahora todo se reduce a cuatro paredes, y rostros calcados en el corazón y en las manos.

El encierro me colapsa, respiro y me vuelvo sentar en aquél lugar que me acompañó tantos años, rostros aparecen como destellos sobre la tela negra de mi mente e intento sonreír, pero las lágrimas hacen eco en mi corazón. Me refugio en mi terapia, y olvido por un momento el mal humor que me persigue desde ayer, mientras hace su entrada triunfal y con una dulzura inimaginable mi madre y una bandeja llena de amor para nuestra reconciliación, es lo mejor que pueden hacer por mi, enrredarme en sus brazos y dejar que esto que llevo dentro tome otro curso, sólo sea parte de mis días como muchos otros sentimientos..

¡Fuera se irán, fuera se irán!

Que se vayan lejos las molestías, y ese constante fruncir del seño, prefiero ser feliz, y disfrutar por fin del matiz que le doy a mi vida.

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