domingo, 4 de marzo de 2012

El porqué de mis lágrimas


Últimamente las lágrimas me han visitado más frecuento de lo habitual, aunque no puedo negar mis gen llorón, emocional y sentimental que tengo depositado en mi sangre y en mi piel, sólo que pensé que ya lo había dominado, que la racionalidad se había apoderado de mi sensibilidad para comportarme como un ser más pensativo que sensitivo (¡qué gran estupidez!). 

Desde niña me escondía para llorar, era un acto bastante reprochado por los demás, pues mi familia está compuesta por hombres, aunque las mujeres han sido piedra fundamental en toda decisión. Cuando me sentía violentada, vulnerada, expuesta, me largaba a llorar sin más, mientras mi mamá me repetía: "hija, ignóralos", pasé largos meses de mi niñez y pre adolescencia sintiéndome fea, tonta, ignorada y sola, sólo por ser mujer entre tres hombres. Creciendo fui defendiéndome con ofensas, con una muralla enorme entre los varones y yo, me desquitaba con enojos, golpes, portazos, y posteriormente, llantos en silencio y en secreto: claramente no podía permitirme seguir siendo vulnerada.

Lo paradójico de todo este asunto es que hoy, a mis veintidós años me relaciono mucho mejor con el sexo opuesto, con las groserías, el doble sentido, sin perder mi ser mujer jamás. He tomado desafíos, he dejado atrás el bullying y he aprendido de todo aquello.. pero bueno, todo este preámbulo para hablar de mis lágrimas.

Me emociono cada dos segundos: con un llamado telefónico del norte, imaginándome el rostro de la Amanda, planeando mis proyectos personales (que ahora están mucho más ligados a la familia y a los viajes), con una canción, un comercial, viviendo la misa, rezando por quienes amo, mirando fotos de mis abuelos, viendo ropa de mis tías de hace algunos años, conversando con mi mamá acerca de historias pasadas. Probablemente tenga un problema con la sensibilidad y no sé qué hacer con ella, pero no me complica, no me aproblema, pues es sólo la manifestación de lo feliz que soy, de la gracia de Dios en medio de todo, es darme cuenta de dónde vine, de dónde salen mis gustos, mis desafíos, mis sueños y mi amor inmenso por mi familia. Es tener la certeza de que hay un fundamento de todo lo que siento en mis entrañas, de cómo vivo el dolor, de cómo vivo la felicidad y cómo protejo mi círculo: ¡peor que una leona!
Sin duda lo que vivo hoy es maravilloso y creo que tendrá que nacer un sobrino cada año para que siga sanando mi corazón.

Abandónate / Romina González

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