martes, 11 de agosto de 2009
Y ella estaba tan enamorada, tan cautiva, tan sonámbula por las noches enteras que pasaba hablando con él mientras terminaban las reuniones. Largas horas de silencio mirando su fatiga de piernas olvidadas en el raso fucsia de los cojines. Un silencio terciopelo rozaba su mejilla azulada y sin afeitar. Un silencio espeso, cabeceando de cansancio iba a tumbarlo. Un silencio aletargado de plumas, pesando de plomo su cabeza caía y ella atenta, y ella toda algodón, toda delicadeza estiraba una almohada de espuma para acomodarlo. Entonces esa tersura, ese volante, ese plumereo del guante coliza que acercándose a su cara iba a tocarlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-
Cuando vamos creciendo, las responsabilidades se van sumando a la vida, van amoldeando nuestros días, nos van haciendo diligentes y ope...
-
Siempre he preferido callar, omitir. Esa ha sido mi opción ante algunas situaciones. Aunque mis ojos me delaten y se llenen de lágrima...
No hay comentarios:
Publicar un comentario