jueves, 23 de julio de 2009

Destellos.


Quizás el brillo que llevo conmigo, no es más que el esfuerzo de días anteriores, o talvéz que el de arriba me escuchó, como siempre. Noticias van y noticias vienen, pasan sobre mí, no me motivan, no sacan destellos de mí; sólo sigo aquí, quieta y congelada, paralizada y embriagada de la monotonía, que esta vez no me hace mal, pues este dolor es nuevo en mí, como tantos otros que dejo guardado. Hoy el brillo de esos ojos quiere hablar, pero no hay quien escuche sus gritos de júbilo y clamor, el silencio se apodera de toda calidez, para empaparla de frío, y congelar esta felicidades. Recuento y calculo heridas y ausencias, ya no hay lugar para los sabores, sobre espacio para los fracasos y desalientos, para las críticas y desventajas; siempre habrá tiempo para hablar mal, fijarse en los errores del otro, resfregar fracasos y abusos, injusticias y carencias; pero al contrario, no somos capaces de fijarnos en nuestras fallas, en las veces en que mentimos a ojos abiertos, protegemos con uñas y dientes a quienes queremos, y somos capaces de tranzar cosas muy importantes para nosotros, con el afán de ver derrotado al otro. ¡Y después descaradamente abrazamos, escribimos palabras bonitas, disfrazadas de tanta cobardía!

Orgullosa porque soy verdadera, porque tengo cojones para hablar y gritar las mentiras, pero también sé callar cuando me equivoco, y cuando meto la pata; reconozco mis fortalezas y mis debilidades, sé cuanto valgo, y cuanto me falta por recorrer. No necesito a alguien que me recuerde cuanto vale mi palabra, ni cuantas veces debo virar a la izquierda para no caer; quiero caerme y ponerme de pie, quiero sonreír y llorar cuantas veces sea necesario, quier discutir y abrazar cuántas veces quiera, con el corazón y mis manos. 

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