jueves, 20 de noviembre de 2008


Detesto el dramatismo con que somos capaces de ver la vida, con el pesimismo y obstinación con los que enfretamos las diversas situasiones, y si bien es cierto, hay momentos en que las cosas ameritan cierta realidad manchada de pesimismo, pero cuál es la idea de exagerar aquellas instancias en que se nos atan las manos y nos dejan en medio del desierto? es posible atravesar un lago torretoso, si la disposición está viva en nuestro corazón, y las esperanzas puestas en Cristo? pues sí que lo es, pero no somos capaces de ver más allá de nuestras narices, nos nublamos con aquellos problemas, y somo capaces hasta de hablar de términos, sellos de etapas y dar vuelta la página! Cuál dramatismo de Shakespeare, si nuestra vida está llena de él y del más puro y escalofriante, qué más! Bueno, yo opto por el optimismo y la vida en sí, no me ahogo en vibras apestosas, comentarios malintensionados, y corazones despechados. Arriba el Optimismo!

1 comentario:

Edu dijo...

Creo que fue Gramsci, quien hablo del optimismo historico, pero para llegar a el, primero debe de ser el optimismo del corazon.
Saludos

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