martes, 11 de noviembre de 2008

Cuando el corazón está en las manos. .


No es primera vez que esta sensación se hace más presente y más latente aquí dentro, es la primera en salir por los poros y se adueña de todo sentimiento de bondad y carisma, para mancharlo de pena, nostalgia, intolerancia, incluso impotencia. Son esas lágrimas que tratan de cubrir y sanar esa herida, las que me hablan y piden a gritos no volver más a caer, si no es por motivos de felicidad, y qué más puedo hacer yo? si le he puesto mi corazón a todo lo que hago, a todo lo que digo, todos mis abrazos tienen mi alma abierta, todas esas miradas llenas de amor, que no llegan a puerto, pero aquí sigo de pie en espera de que vuelva aquello que reconstruya mi corazón, que seque mis lágrimas y me deje soñar y realizarme, que sea compañero y acompañante, apoyo y no dañe, ni deje caer una sola lágrima de dolor o cansancio, solo de felicidad, esa felicidad que embriaga el alma, que no debe irse jamás . . .
Vivo instantes en que quisiera voltearme y mandar todo a la cresta, y con las lágrimas congeladas en mis mejillas no soy capaz, y mi pena se funde aquí dentro. Trato de hacer oidos sordos a todo tipo de daño, para poder rearmar mi sonrisa, poder salir con experiencia de esto, y no sentirlo como un daño. . . Pasa, y vuela, no dejes huellas aquí! Sostengo mi corazón entre mis manos llenas de historias y frias porque carece de ese cálido sentir. . que se pierde entre tanto sentido, y lo que más deseo es que vuelva a ser el centro de todo, que sea quien me haga temblar como lo hacia antes. La esperanza jamás se pierde, y está vez no lo hará, respiro aquella esperanza tan anhelada, que me llena de sueños, y sé que llegarán, pero esta vez si que no pasará más.

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