martes, 17 de marzo de 2015

No vivir.

Nada nos pertene.
Nuestros padres nos acompañan,
pero no son nuestros.
Nuestros hermanos son compañeros en la infancia,
y casi siempre "conocidos" en la adultez.
Sólo pocos tienen la suerte de ser amigos 
de sus hermanos,
no es mi caso.
Hay muchas situaciones de la que no somos responsables,
somos espectadores de la mayoría de los sucesos que nos rodean,
no tenemos palabras, gestos, ni decisiones
que cambien el escenario,
no hay más que aguantar
con cuerpo, alma y piel.
Es increíble cómo un buen día se transforma con un par de noticias,
se ennegrece, se oscurece, se enfría.
Manos atadas,
lágrimas compartidas con la soledad,
incomprensión, dolor y decepción.
La vida nos convence de que no estamos preparados para vivirla. 
Y yo, no quiero vivirla así.


Rendida.

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