martes, 9 de septiembre de 2014

Respiro

Septiembre siempre me ha parecido maravilloso,
no sólo porque contiene los días más festivos del año, 
ni porque es el mes en que llegué a la vida.
Sino más bien,
por lo que provoca en las personas,
aunque sea momentáneo,
etéreo, intangible, breve, acotado.
Simplemente, Septiembre tiene mística. 
A pesar de ello,
este mes trae mi peor etapa del año,
donde las energías andan por el subsuelo,
mis defensas también
y el ánimo no repunta.
La puta enfermedad que invade la familia,
sumado al carácter de mierda de mi padre
me tienen entre las lágrimas y la ira,
la resignación y las ganas de correr.
Además, mi espalda no da una,
el trabajo aumenta y no disminuye,
aunque me enamore a diario
y mis alumnas y alumnos son pura luz.
Quiero descansar.
Disfrutar del silencio
y del rebote de las olas del mar en la arena.
Dejar de oír la misma voz monótona
de la enfermedad de mierda que odiaré toda mi vida.
Dejarme acariciar por las manos de Dios,
entregarme a su camino,
a su plan perfecto,
a su bendita luz.

"la sensación de querer tocar,
esa magia que existe en el cielo.
La libertad de poder volar
a dónde quiera,
sin prisa y sin miedos"



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